sábado, 12 de marzo de 2016

Rococó parisino-coruñés.

Es sábado. Hace frío, pues es invierno de 1941. No es España, tampoco es Madrid, llena ella de cadáveres con la más grande de las águilas rapiñas sentadas en el trono de El Pardo. Se oyen pasos cerca de los campos Elíseos, una pequeña tropa de soldados muy bien arreglados ellos, muy limpios, que va, impolutos. La marcha precipitada de estos soldados cuya indumentaria clarecía el país de la eterna esvástica, aquel que había adherido a su Imperio todo lo que las plantas de sus soldados pisaban. Iba por la parte en la que explicaba el cruce de esos soldados con una pequeña comitiva de gendarmes, si, ¡uy!, eso lo iba a explicar después con más calma. 

Se que poco sentido ha tenido esa pequeña desviación, tranquilos, es lo que más sentido tiene de todo esto. Ambos mandos se tienden la mano, se saludan, se abrazan algunos, se respetan. Que raro pensar se hace que dos bandos contrarios se puedan llegar a respetar. Todo esto contemplado era por una muchacha de pelo ondulado, el cual se enroscaba a la cabeza, ojos de serpiente y rojo carmín en sus labios. Su vestido denotaba elegancia aunque no ostentaba nada, el elemento sustentante de su cuerpo era una pesada gabardina, obviamente, para soportar el frío de las mañanas de París.

Mirando como las musarañas tejían el cielo sobre las nubes (¿o era al revés? Bueno, no importa), iba con paso firme y de cuando en cuando entrecruzado, es decir, con clase, una coruñesa a una audición para protagonizar una película cuyo título no sabría ella (ni nadie) pronunciar correctamente. ¡Ay estos franceses y sus palabros! El caso, es que ella se llevaba la mar de bien con ellos, aunque entendiera poca cosa de su enrevesado vocablo se encontraba estudiándolo, y sí, aunque no es lo mismo oír las grabaciones del tocadiscos que presenciar un diálogo en vivo y en directo, la chica se había repasado toda la gramática la noche anterior, el vocabulario, ¡bah eso no importa!, y aunque importara es lo más sencillo de inventarse.

Justo cuando estaba cerca de pasar por el Arco del Triunfo, contempla aquella escena de los cuerpos de seguridad de ambas potencias, como se saludan, se abrazan. No solo despertó esto a María, todo su cuerpo se paralizó, una lágrima se desprendió de sus mejillas y se tropezó con los tacones, El traspié le propinó un duro golpe de bruces contra el frío asfalto del suelo. La carpeta con los diálogos de la audición, ¡por fin era libre!. Por culpa de la caída, María soltó el bolso por instinto, como todo lo que hacía, por instinto era, el cual cayó a escasos metros de ella.

Suboficial que asistió a María cuando ésta tropezó.
Mierda, he tropezado, ¡si es que no puede haber más baches en el suelo! ¡Cago en sandiole!. ¡En que piensas, María, donde tienes la cabeza!. Calla calla, mejor levántate a recoger los papeles de, ¡la audición! ¡Mierda, mierda, mierda!. No pienses, va, no hables, recógelos calladita y sigue caminando. ¿Pero, por qué carajos estoy tan nerviosa? Están a metros de mí, y seguro que no me han visto. No me he hecho nada. Estoy bien. Me duele el pié. Pero estoy bien, muy bien, tan bien que podría marcarme un cabaret aquí mismo, sino fuera porque hace un frío que pela a estas horas. 

Que habrá dicho mi madre de la oferta que le propuse de ir esta noche al bar ese "Cuattriemme", que estrenan una obra fabulosa, y me apetecía ir. Vale María, no pienses en eso. Recoge. Recoge vamos. ¡Ascuas! ¡Que se está acercando uno! Mierda de zapatos de tacón, como tallan los condenados. ¿Por qué diantres se ha abierto el bolso? ¡Joder! ¡Mi pasaporte español! ¡Ostias que viene!. María, céntrate en recoger el pasaporte, no sea que te pillen y ya la hemos cagado. Ese papel de más lejos también. No puedo tardar nada, que ese hombre me está pisando los talones. Estoy oyendo sus pasos. ¡María joder! ¡Por qué no eres capaz de coger un malnacido pasaporte del suelo! A ver, Re-pú-bli-ca Es-pa-ño-la, Ma-ría Ca-sa-res. ¡Ya lo tengo! ¡Diantres ya esta aquí! Menos mal que apuré a guardarlo todo. Ahora cálmate y respira María, tu di a todo que sí y despachale rápido que vas a llegar tarde a tu primera audición. Y eso no lo quiero. No. No quiero llegar tarde. 

-Disculpe señorita, ¿se encuentra bien? ¿Necesita ayuda?
-¡Aiba! Si habla usted mi idioma caballero... ¡Madre mía! ¿¡Papá!?? 
-Me parece que esto es suyo. Vigile sus pasos señorita, buenos días.
-¿¡Cómo papá!? ¡¿Cuándo pensabas decirme que trabajabas para los Nazis!?
-Señorita, yo no soy su padre, ¿de verdad se encuentra bien?
-Ya ya. Estabas muy raro últimamente.
-Que no soy su padre.
-Que sí.
-Que no.
-Que sí hombre, no lo niegues más, eres como él, andas como él y hablas como él.
-Me tengo que ir señorita, buenos días, y lo siento por haberla incomodado.
-¡Si hombre! Encima te vas a ir sin darme una explicación. ¡Pues no señor! ¡O me lo dices o les grito que eres un rojo traidor de España que se ha colado vilmente entre sus filas! ¡Que soy capaz!
-Adiós señorita.
-¡Pero será idiota el tío! ¡¡Pues por casa ni te asomes maldito vendido!!.

Hay que ver, una intentando hablar con él y él tan esquivo como siempre. Pues que se joda. Si, que se joda. Así de claro. Ahora si se aparece por casa soy capaz de echarle a escobazos. No sea que, nos venda después de hoy, como se ha vendido él mismo. ¡Ay como me duele el pie! Si es que, como los tacones de las galerías aquellas de Coruña, no los hay en ningún sitio! ¡Lástima de ropa, toda ella dejada atrás! Jo, como extraño aquellos días en Madrid, cuando mi padre era, ¿ministro? ¡Ay, tonta!. Presidente. Sí, era presidente. Esas tardes madrileñas, esos cartones de leche que tanto me gustaban. ¡Estaban muy buenos! A ver María, que te me desvías. Repasa el guión que sino no te cogen. A ver, tengo que maldecir al rey y jurar que nunca me separaré de mis hermanos. Ahora traducir eso al francés, y antes de llegar allí. ¡La hostia!. Me he quedado en blanco....

Justo en el momento en el que María se queda en blanco, un furgón alemán, con la crucecita, el águila, la esvástica y demás pijadas nazis, tira un montón de pasquines en mitad de la calle. Serían pasquines propagandísticos, y en efecto lo eran, pero el que sujetó María en las manos era algo totalmente diferente. Era una invitación para ver el estreno de la película "Deidre des doleurs" el día 25 a las 9 de la noche en el gran cine de París. 

¿Esta película? ¡Pero si ahora mismo tengo la audición! Que, por cierto, voy a llegar muy tarde. ¿Cómo se les ocurre engañarme así? ¡Claro me han visto cara de tonta y de roja al mismo tiempo!. Seguro que han tramado todos semejante engaño. ¡Pues me van a oír!. Espera. 25 de octubre de 1942. ¡Ah! ¡Que susto! ¿Y entonces por qué lo están publicitando ya? Si que son prevenidos estos franceses. Que yo recuerde, en España la publicidad se hacía la semana de antes. Claro, así estaba yo que me perdía todos los estrenos....

María se guardó en uno de los bolsillos de la gabardina el pasquín para enseñárselo a sus jefes cuando llegara. No había terminado de incorporarse del suelo y ve como un hombre con un extraño bolso similar a un zurrón pastoril echa una gran carrera para coger el autobús que estaba a punto de irse. De golpe y porrazo se detiene, cayéndosele del zurrón un extraño libro. El hombre marcha sin percatarse y el libro huérfano queda allí en el asfalto. Tras varios intentos fallidos de llamarle, María recoge el libro con extrañeza, que se verá esta reforzada al comprobar el título y el autor.

"Estado de sitio". Definitivamente este libro podría explicar la situación actual de París. Si, por supuesto que lo haría. Albert Camus. Me suena este hombre aunque no acierto a qué. Se que he visto a algunos señores leerle en los autobuses. Aunque siempre que veo su nombre impreso en un libro es siempre el mismo. ¡Uy! Pero esto es una obra de teatro, de hecho, se parece bastante a los guiones, que por cierto, tenía que estudiarme. ¡No me digas que está ambientada en Cádiz!. ¡Obra tan interesante!. No se me ocurre a mí de donde habrá podido sacarse a Cádiz. Con la de ciudades que hay, válgame el señor....

María nota que una pequeña hoja de papel quiere salirse del libro, y con ayuda de su mano derecha la saca del anverso para leer lo que podría poner tan intrigante pedazo de folio. "Representar, día 27 octubre 48 a las diez horas de la noche, teatro nosequé de París. ¡Madre mia! ¡Esto no es posible! ¿¡Yo figurando como principal en una obra!? Debo de estar soñando, si aún no he rodado la película a la que por cierto, ya no llego a la audición. 

María se queda aún más sorprendida cuando observa en una librería cercana al Paseo del Eliseo, donde se podía leer, o al menos, intuir lo siguiente: "Gran estreno de la última obra teatral de Camus. Entradas ya disponibles. ¡Corran antes de que se agoten! Con la participación de nuestra grande María Casarés". Tal es el asombro de María que por poco se vuelve a precipitar al suelo al contemplar tan majestuoso cartel. 

Definitivamente debo de estar soñando. De ser así, me encanta este sueño. ¡Es todo lo que yo siempre he querido! ¡Guau! Esta impresionante fila me recuerda a algo. Ahora no acierto el qué, pero se que me recuerda a... ¡Las filas de la feria de Coruña! ¡Claro! ¡Tiempos aquellos! Pero no sabía yo que despertara tan grande expectación una chica tan tímida como yo...

-No puedo creermerlo- replica con admiración un joven que se queda boquiabierto al mirar el rostro de María. -¡Es usted!
-Yo, si, claro que soy yo, naturalmente. ¿Que desea joven?
-¡Maria Casarés! ¡Que alegría! ¡¡Dios, no se que hacer!! ¿Puede firmarme un autógrafo?
-¿Mi firma? Pero si a mi no me conoce nadie. ¿Quién es el de la broma?
-¡Eh! ¡Que es ella! ¡Casarés! ¡Es la del estreno de esta noche!
-¿Alguien me puede explicar que diantres está pasando conmigo? ¡Que yo sepa esta noche no tengo ninguna actuación!

Las replicas de María no sirvieron más que para atraer la atención de todos los asistentes, los cuales estaban pletóricos de haber encontrado a quién ellos veían como un ícono del teatro de la época. Todos querían abrazarla, prenderse de ella, preguntarle cosas extrañas sobre un tal Camus, nombre que ella no había oído en su vida, bueno sí, lo leyó hace diez minutos pero eso no cuenta, ¿no? De repente y para desgracia de una sorprendida María, se agolparon cámaras con sus replicantes flashes de bombilla, haciendo fotos que casi la dejan ciega a la pobre, y realizando preguntas un tanto impertinentes, que si ella tuviera conocimiento de a lo que se refieren, se hubiera indignado tanto que a lo peor le habría salido al paso al periodista con malas maneras.

Entre todo ese trajín, y por detrás del cuerpo casi columnario de María, aparecieron dos hombres engalanados montados en un lujoso coche. Estos asieron del brazo de María y le instaron a acompañarles de una manera muy poco cortés para dirigirse hacia una mujer joven.

-¿María Casares verdad?
-¡Oiga señor! ¡No me coja así del brazo que no le conozco de nada!
-¿Es o no es usted María Casares?
-Si, soy yo, pero suélteme. No tiene ningún derecho a agarrar así a una mujer. ¡Solo faltaba!
-Policía Secreta del Estado -responde ásperamente el hombre que se sitúa a su derecha, mientras le enseña una placa en la que se lee claramente las siglas "GESTAPO". -Debe venir con nosotros, es por su seguridad. Si no lo hace por las buenas lo hará en calidad de detenida.
-¿Cómo detenida? ¿Se puede saber que delito he cometido?
-Lo discutiremos después más tranquilos señora. Por favor, entre al coche. No me haga tener que repetírselo. Entre.
-Esta bien, como ustedes quieran, ¡pero suéltenme!

¡Me cago en todo! ¡Joder me han pillado! ¿No tendrá mi padre algo que ver en todo este embrollo? Ni idea. No quiero pensarlo. No pienses María. No pienses. No pienses en nada. Estos señores no tienen nada contra ti. A lo mejor son actores y esto es una broma. Sí. Una broma de estas que hacen los actores a los nuevos. ¡Tonta! ¡Que no te han elegido para tu primera película y ya te crees famosa! Calla. No pienses más que te vas a acabar volviendo loca. Ahora no se que decir. Me han cogido tan de sorpresa que ahora no se que decir. Estoy bien. Si, estoy bien. Estoy tranquila. No tienen nada contra mí. No lo tienen. Ni en broma lo tienen. Aunque mi padre haya hablado, no tienen nada. No pueden condenarme por no haber hecho nada. Aunque sean nazis. Aunque sean de la GESTAPO. ¡Joder! ¡Que nervios! Parece que el coche esta reduciendo la marcha. Tu respira. Por la nariz y por la boca. Despacio. Ya verás como te podrás ir María. Confía. ¡¿QUÉ!? ¿¡Por qué esta parando en el teatro!? ¡¿Qué clase de broma pesada es esta!? Ni pajolera idea. Tu tranquila. Seguro que son actores que han querido ir de listos contigo. Seguro que te han reconocido y te han llevado a la audición. Joder, ¿y que tenía que decir? Con todo esto me he quedado en blanco. Piensa. Piensa María, piensa....

El coche detiene su marcha lentamente, a ritmo tranquilo, cerca del teatro donde María tendría su audición para participar en una película, si, lo que lleva repitiendo desde el comienzo de esta historia. Es un poco raro que la GESTAPO, o los que se suponían que era la Policía Secreta de los Nazis aparcara en el mismo teatro. Por la cabeza de María pasan muchas cosas. Aparte de la delación de su padre, puede que todo estuviera organizado por los Nazis para dar caza a otra fugitiva española hija de un ferviente republicano. Puede que obligaran a su padre a entrar en la comitiva porque así tropezaría con ella y la desconcertaría. Por poder, pueden pasar muchas cosas. María es conducida a la sala 9, ¡que casualidad! Justo en esa sala es donde se iba a presentar a la audición. Allí no se encuentra ningún evaluador, solo señores altos con trajes que denotan elevados puestos en la escala militar Nazi. Uno de ellos, en el centro de la plataforma, se halla de espaldas, cara a las butacas, como no, vacías. 

-Así que al final ya la tenemos. -afirmaba la voz de aquel misterioso hombre que se encontraba de espaldas a María. -Una roja deleznable como tú en un sitio tan lujoso como éste. -contestaba mientras lentamente se daba la vuelta. Al verlo María no pudo contenerse.
-¡Es usted! ¡Usted es el causante de tanto dolor y tanto sufrimiento! ¡Es usted el culpable de que esté aquí y no en mi amada Coruña o en Madrid, o en cualquier otro lugar de España! ¡Es usted, Adolf Hitler! ¿Cómo es que sabe mi idioma?
-Es que "mein Führer" es un hombre muy inteligente. -Contestó otra voz a espaldas de María. -Él también fue artista, como tú, una joven promesa a quien le arrebataron su sueño, y claro, él quería garantizar que se cumpliera el tuyo, y aquí estás. -Al acabar su parlamento, apareció por el lado derecho de María, nada menos que la figura de ¡SU PADRE!
-¿¡CÓMO!? ¡Tú eras mi padre o eso se suponía! ¿Qué haces trabajando para ellos?
-Tu padre -contestó serenamente aquel hombre -ya no está. Yo no soy tu padre. Tu padre murió con la República. Yo solo me parezco a él físicamente, pero nada más lejos.
-¡Tú lo que eres es un ser demoníaco! ¿Te han obligado a hacerlo?
-...
-¡¡Pues yo hubiera preferido la muerte un millón de veces!!
-¿Hubieras preferido Auschwitz? ¿Eso era lo que querías? Lo digo porque tu madre va de camino para allá, y el tren aún no ha partido, si hago una llamada podría esperarte. Pensaba que eras alguien más culto que ella y querías un trato más refinado, por eso abogué ante el Führer para que te trajera a este lugar para zanjar todo esto de una vez por todas.
-¿¿Zanjar el qué papá?? ¿La vida de un ser humano al servicio de alguien tan enfermo como tu "Führer"? -El soldado que se asemeja a su padre le propina a María una fuerte cachetada que la tira al suelo. -¡Respeta! ¡Roja engreída!
-¿Qué crees tu que diría Franco de un comportamiento tan deplorable como el tuyo, jovencita? -contestó Hitler. -¿No crees que se sentiría avergonzado?
-¡A mi me importa una mierda lo que piense un hombre que, creyéndose un enviado de Dios fusiló a muchos de mis amigos y familiares! ¡Todo por no lamerle el culo como unos idiotas! ¡Es repugnante!
-Debería importarle, señorita. ¿Acaso no sabe usted que Franco tiene Campos de Concentración en España. Si la enviáramos allí se pasaría el resto de su vida construyendo vías de tren o haciendo favores personales a sus leales.
-Entre Mein Führer y yo, hemos decidido señorita Casares, hacerle un pequeño homenaje, como usted se merece. -dice el oficial que guarda semejanza con su padre mientras se desenfunda un arma y apunta a la que pareciera ser su hija a la cabeza. -Una muerte bella, una buena muerte, una muerte de actriz, solo que esta -comenta mientras quita el seguro a la pistola -es totalmente real.
-Piense señorita Casares -replica Hitler -que no morirá como demás gente de su calaña. Morirá como usted siempre quiso vivir, actuando, porque su vida, María, fue una gran mentira.
-Si quieren matarme, háganlo rápido, no molestaré, tampoco me quejaré. Lo prometo.
-¡Viva nuestro Reich! ¡Mueran todos los rojos! ¡Heil Hitler! -dice el que pareciera ser su padre antes de dispararle en la frente y cerrarse de golpe los ojos de María, esos ojos verde anfibio que pareciera se hubieran apagado para siempre.

Un momento. María respira. María está respirando. Sí. María no ha muerto. Es extraño, porque la sensación que ella recuerda haber tenido es la sensación que tienen las personas al ser disparadas en la cabeza, aunque no puede asegurarlo con certeza porque a ella nunca le han disparado en la cabeza. Lo que si tiene en la cabeza es dolor, un dolor repiqueteante en la frente, justo en el lugar donde aquel soldado accionó el gatillo y liberó una bala que debiera haberse incrustado en la frente.

Lo primero que hizo María tras tomar conciencia de sí, es abrir los ojos y comprobar que no estuviera maniatada en ningún teatro. Y no lo estaba. Se encontraba en su habitación, somnoliente. Al verlo todo de lleno la luz volvió a cerrar sus ojos, mientras con su mano se tocó la frente para comprobar que, efectivamente, no tenía ninguna bala incrustada en la cabeza. Oye, que podría haber pasado, quién dice que no. Cuando se acostumbran a la luz, sus ojos respiran aliviados al ver su habitación modesta pero muy luminosa. No se encontraba en manos de la GESTAPO, y, desde luego, su padre no era ningún colaborador de los Nazis.

-¡Mamá! ¡Mamá! -grita desesperada. -¡Mamá!
-Ya voy, María, ya voy. ¿Otra vez de malas pulgas?
-¿Estas bien mamá?
-¡Vaya pregunta es esa María! ¡Pues claro!
-Entonces he tenido una pesadilla, es raro porque me parecía demasiado real para tratarse de un sueño. Soñé que me capturaban los Nazis y que te llevaban a ti a Auschwitz.
-¿Qué es eso de Auschwitz hija? Nunca había oído ese nombre.
-Yo sí, mamá. Me lo dijo mi padre, allí llevaban los Nazis a gente que no les cayera en gracia. Por cierto, ¿sabes algo de él? Es que... también formó parte de mi sueño.
-Eso solo tiene una explicación hija. Bueno, dos. La primera es que no puedes obsesionarte tanto con esa dichosa película, porque seguro que te acostaste sin cenar y luego pasa lo que pasa. Y la segunda, es que puede que lo de tu padre te haya trastocado.
-¿Qué pasó con mi padre mamá?
-¿No te lo conté anoche? Han ingresado a tu padre en un sanatorio, parece que las sospechas sobre su enfermedad se han confirmado.

Parece que lo peor se había confirmado. María siempre, desde sus adentros, albergó la esperanza de que su padre no tuviera ese mal llamado tuberculosis. Bien es cierto que, desde antes de emigrar, cuando estaban en Barcelona, su padre ya había lidiado con la enfermedad y se había recuperado. Empieza a suponer que el frío de París le ha empeorado los pulmones. Puede que, su madre si se lo hubiese contado, pero una lágrima de María al oír de nuevo la noticia desgarradora de su madre, le hace entender porqué su padre entró en su sueño de la peor manera posible. Fue un juego que su mente hizo para depurar de ella todo recuerdo sobre la enfermedad de su padre. Verle sano y fuerte, aunque sea colaborando con el enemigo, fue lo que necesitó para olvidarlo y pensar que seguía al pie del cañón, apasionado por su causa, como lo fue siempre. Empieza a recordar. Recordó como se había pasado media noche llorando por su padre y la otra media estudiando el guión hasta que se quedó dormida. De ahí el argumento principal del sueño, que recordaba íntegro, y repetía en su mente como una cinemática, de principio a fin.

-¡Seguro que saldrá de esta mamá! ¡Papá es fuerte!
-No las tiene todas consigo hija. Tiene la moral muy baja desde lo de la guerra, sabes que nadie amaba mas a Galicia que él.
-¡Me da igual! ¡Tiene que sobrevivir!
-Yo ya prefiero no seguir martirizándome. Lo hice una vez y mira para lo que ha servido. Iré hoy a verle, pues todavía permiten visitas.
-¡Iré contigo mamá!
-No digas bobadas. Tu eres muy joven. Si yo me contagio ya he vivido mucho. A ti te queda mucho por vivir y por experimentar. Tienes que hacer la audición, te has preparado mucho para ella y no voy a consentir que tires tu vida por la borda. Verte sobre un escenario es lo que tu padre habría querido siempre. Así que ir a esa audición es cumplir tu última voluntad.
-Anoche soñé que era famosa, que todo el mundo me conocía, pero no necesariamente tiene que tirarse mi vida por la borda o mis sueños por no acudir a una audición.
-Hazme caso, si no vas te arrepentirás toda tu vida. Hazte caso a ti y a ese sueño, que si ha dicho que ibas a ser famosa lo serás, no tengo ninguna duda. Anda a arreglarte o vas a llegar tarde.

Pese a la terquedad de María, a esta no le quedó más que capitular y prepararse para acudir a su cita con los escenarios, no sin antes pedirle a su madre que refiriera a su padre el amor que sentía por él, y sus deseos de que se mejorara pronto. Salió María con pié derecho, caminando decidida hacia su futuro, hacia el estrellato. Recordaba vagamente el sueño, el cual se había ido disipando de su mente como la niebla cuando el día avanza. Entre risas pensó que tenía dotes de artista para inventarse un sueño en su cabeza tan rocambolesco y que a la vez tuviera sentido, algo así como un rococó de una coruñesa por París, algo muy recargado, elegante, pero a la vez sin elegancia, dantesco, e incluso quizá, premonitorio.

No eran los sueños de Machado, era el sueño de María. Una María que al llegar al punto donde empezó a soñar, el Arco del Triunfo, sintió un escalofrío recorrer su espalda con rapidez. Sus tacones rojos empezaron a flaquear con cada paso que daba, y sus ojos a lagrimear cuando vio dos pequeñas compañías de gendarmes y de Nazis cruzarse, y saludarse en el camino. Fue en ese entonces cuando todo el sueño le vino de golpe, todo, desde el principio hasta el final, y fue cuando María decidió no tentar a la suerte y virar buscando un camino alternativo. Tomó la vía de la izquierda paralela al Paseo del Elíseo y se puso a andar, con la viveza y la seguridad de alguien que sabe que muy pronto abandonará el anonimato.

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